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Francisco Ernesto Puertas Moya, La luz riojana (1844): catálogo bibliográfico (claves para la lectura a mitad del siglo XIX).

Logroño: Gobierno de La Rioja, Instituto de Estudios Riojanos, Ayto. de Logroño, 2004, p.


Prólogo:

Jean-François Botrel
Université Rennes 2, Haute Bretagne

A algún lector podrá resultarle extraño el que se dedique todo un libro a los 51 números escasos de una "atípica publicación bibliográfica local con fines comerciales" que ni siquiera llegó a durar vivir un año pero no dudó en autoproclamarse -al principio- La Luz riojana, Periódico literario y de Anuncios.
Observemos primero que se sitúa esta empresa en la muy legítima y necesaria línea de rescate del patrimonio hemerográfico riojano iniciado por José Miguel Delgado con El Patriota riojano, La Ilustración de Logroño y Pilar Martínez Latre con Rioja Ilustrada, El Zurrón del pobre y El Diluvio, entre otras publicaciones.

Y quien dice prensa riojana, dice muchos periódicos y revistas de ámbito local o regional, como Café con gotas en Santiago de Compostela o la Revista de Galicia en La Coruña, por ejemplo, cuyo desconoci miento pudo inducir a imaginar un cuasi desierto cultural provinciano decimonónico, en una época en la que todo parecía proceder de Madrid y, en menor medida, de Barcelona... ¿Qué duda cabe que, tanto para el investigador como para el mero aficionado, con tener a mano estas ediciones facsímiles cambia la perspectiva? Hasta los tan adustos -aparentemente- Boletines oficiales de las provincias (que también se dedicaron a la difusión bibliográfica) o los Boletines de las diócesis merecerán algún día más atención por parte de los investigadores de la dificultosa invención y construcción de la nación española al filo del siglo XIX.

De lo que da más precisa cuenta La Luz riojana es de aquellas preocupaciones de una burguesía o clase media, bastante alejada -físicamente- de la capital de la nación, por situarse en una cuasi perfecta isocronía con Madrid y hasta con Francia: sintomático de dicha aspiración será el hecho de que a más de la mitad de los anuncios bibliográficos se le dé una difusión riojana (además de los anuncios locales), que de El Conde de Montecristo se contemple una traducción ya en 1836 o que algún escritor -Cipriano López-Salgado- contemple escribir -por entregas- la al fin y al cabo fallida novela Ermerinda.

Como bien observa el autor de este libro, la lectura entre-líneas de los datos que se dispersan acá y allá en una publicación casi "aséptica a la realidad cotidiana" nos va introduciendo en un universo ideológico en el que se enfrentan liberales y conservadores (en una fecha en que los carlistas aún están a las puertas de Logroño), donde comienza a perfilarse el libro como objeto de culto, a pesar de los dificiles adelantos de la capacidad lectora muy bien estudiados por M. H. Buisine Soubeyroux en Alfabetización, educación y sociedad en tiempos de Espartero (1833-1875), Logroño: Universidad de La Rioja, 1999.

Huelga decir que al historiador del libro y de la cultura escrita, le llama poderosamente la atención la mera existencia de un boletín bibliográfico provinciano -caso bastante excepcional en aquella época-, vendido por suscripción y con una tirada anunciada de nada menos que ¡1.000 ejemplares! Para el investigador es pura ganga el acervo de datos ofrecidos sobre los profesionales de la producción y difusión del libro y de la prensa (con una muy notable participación de la Sociedad literaria de W. Ayguals de Izco), los autores y obras anunciados -novelas pero tambIen obras útiles- así como los periódicos y revistas, los formatos y los precios de los libros, la misma publicidad... Importa destacar, además, que todo este trabajo positivo lo acompañan un muy riguroso y sistemático tratamiento desde un método bibliográfico muy al día y unas reflexiones teóricas que lo enmarca en una problemática más general y por ende útil para futuros investigadores de lo que era la lectura y el lector en "las provincias". Del microanálisis y de una minihistoria -muy lícita cuando de siglos lejanos se trata e infrecuente para la época contemporánea- pueden resultar muy saludables claves y compartibles interrogaciones y perspectivas.

Parece ser que al recuperar, al cabo del año 1844, la impresión del Boletín Oficial de la provincia se le fue al impresor y librero Domingo Ruiz la vocación por la prensa "literaria"... Sic transit gloria ephemeridis...

Pero, ¿quién dudará que La Luz, ahora rediviva gracias a Francisco Ernesto Puertas Moya y al Instituto de Estudios Riojanos, echa, sobre La Rioja y la España del siglo XIX, mucha más luz de lo que dejaba sospechar su, para muchos, ancilar y mezquina condición de boletín bibliográfico?

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