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SEMINARIO INTERDISCIPLINAR
DE ESTUDIOS SOBRE CULTURA ESCRITA

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Exposiciones
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Ir aExposición y ciclo de conferencias (en colaboración con el Museo de la  Biblioteca Nacional)

memoria“Me alegraré que al recibo de ésta”. Cinco siglos escribiendo cartas. [Sala de las Musas. Museo de la Biblioteca Nacional, del 26 de marzo al 17 de junio]

·  Reportaje de la exposición (RTVE UNED)

Aunque las cartas no siempre son portadoras de buenas noticias, la esperanza de que así ocurra es un tópico que se repite en la cabeza de muchas de ellas a lo largo de los siglos. Después de todo, como dijeron los clásicos, cada carta no es más que un diálogo o conversación entre ausentes, allí donde las circunstancias requieren de un puente de papel: una guerra, la marcha a otro país en busca de mejor fortuna, un viaje de estudios o de placer, una misión diplomática, el retiro en un convento o el encarcelamiento en una prisión.

Por eso la historia de la carta es casi tan antigua como la de la misma escritura. No faltan vestigios de esto en las culturas del Próximo Oriente. Sin embargo, fue en la Grecia helenística cuando la práctica epistolar empezó a formalizarse, como también son de aquella época y del período romano los primeros testimonios de cartas intercambiadas entre padres, tutores y estudiantes.

Aquellos mimbres se fueron asentando y tomando cuerpo. Los romanos contribuyeron a ello de manera decisiva por medio de autores como Horacio, Séneca y, sobre todo, Cicerón. A su vez, fueron también quienes hicieron uso de la carta en una cotidianidad tan genuina como las que atestiguan las seiscientas tabillas de madera escritas en tinta halladas en el campamento de Vindolanda (Britania).

Siglos más tarde, gracias a los nuevos aires que recorrieron Europa a partir del siglo XI y la mayor alfabetización de la tardía Edad Media, comenzaron a ser más habituales e intensos tanto los intercambios epistolares de carácter diplomático como los que se produjeron entre gentes de distinta condición, sobre todo entre los miembros de las aristocracias urbanas y los mercaderes más ambiciosos.

En esa época se sentaron las bases de lo que podríamos considerar una efectiva “civilización epistolar”, la que se construyó entre los siglos XVI y XVIII, donde arranca precisamente esta muestra. Contribuyó a ello el aumento de la alfabetización, la implantación social de la escritura, la organización del correo, la extensa producción de manuales y tratados epistolares, y. por supuesto, los desplazamientos de población acarreados por las guerras o el sueño americano.

Para hacer que la escritura de cartas fuera más democrática faltaba tan sólo que el alfabetismo creciera más al abrigo de la escuela pública, las bibliotecas populares y la difusión masiva del libro. Este nuevo contexto empezó a gestarse en la segunda mitad del siglo XIX, al tiempo que el Correo se convirtió en un servicio público, las infraestructuras de comunicación ganaron en rapidez y la industria papelera se desarrolló, más lo que supuso la aparición del sobre, el sello (Inglaterra, 1839) y de la tarjeta postal (1871).

Las grandes migraciones –especialmente transatlánticas-, el servicio militar obligatorio y los conflictos bélicos- en particular las guerras mundiales y la Guerra Civil en el caso de España, más sus secuelas represivas –fueron los acontecimientos desencadenantes del boom epistolar que arranca en el tercio final del XIX y se refuerza a lo largo del Novecientos, hasta su reciente transfiguración en el correo electrónico.

Es indiscutible que cada vez escribimos menos cartas a mano, pero también lo es que cada segundo recorre el mundo la escandalosa cifra de 3,4 millones de e-mails. Puede decirse que éstos no son exactamente iguales a las cartas de antaño. Han perdido la consistencia material de éstas, pero a la vez respetan algunas de las convenciones observadas en otras épocas. Al fin y a la postre, los correos electrónicos no dejan de ser una forma más de “mensajería que se envía al ausente por escrito en cualquier materia que sea”, que justamente es la definición de carta que podemos leer en el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, de 1611. Ya lo dijo Lampesuda: “Algo debe cambiar para que todo siga igual”.

(*) Adaptación del texto que presenta a la exposición de Antonio Castillo Gómez (Comisario de la exposición).

PANELES

1. Muchas cartas tengo escritas, sobre el desarrollo de la carta en la Edad Moderna.
2. La república de las letras, cartas de escritores/as entre el XVIII y mediados del XX.
3. Del rey abajo, todos, sobre la socialización de la carta en la época contemporánea.
4. De buen tamaño, hermosa, igual y clara, sobre los manuales epistolares del XVI al XX.

VITRINAS PEQUEÑAS

1. La tarjeta postal, sobre la misma entre finales del XIX y la Guerra Civil.
2. Caprichos postales, sobre los nuevos papeles del siglo XIX.

 

Ciclo de conferencias

Esta exposición lleva asociado un Ciclo de conferencias que comenzará el 28 de marzo y se desarrollará hasta el 13 de junio. En ella intervendrán varios especialistas que reflexionarán sobre la Historia de la carta, entre ellos, estarán D. Francisco M. Gimeno Blay, D. Antonio Castillo Gómez, D. Bernardo Riego Amezaga, Dña. Verónica Sierra Blas y Dña. María José Rucio Zamorano.

Información detallada sobre el ciclo de conferencias en la web de la Biblioteca Nacional

Además, el Museo de la Biblioteca Nacional ha programado otras actividades, como un Ciclo de cine [Silencio, cámara, acción… la carta entra en escena] con películas cuya trama argumental gira en torno a la producción epistolar, o algunos talleres para niños y adolescentes [De la carta al correo electrónico].

Para más información consultar el Boletín de Actividades Culturales de la Biblioteca Nacional.

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